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Y el cielo cayó sobre nuestras cabezas |
2005-10-15 |
Ayer, casi de sorpresa (para mí, al menos) salió al mercado el trigésimo tercer álbum que cuenta las andanzas de los irreductibles galos de una aldea de la cosa atlántica de la actual Francia, en perpetua liza con los legionarios romanos que, bajo las órdenes de Julio César, intentan culminar la conquista del país. La aventura, titulada El Cielo se nos cae encima, enlaza con las celebraciones del cuadragésimo quinto aniversario del nacimiento de Astérix, el pequeño guerrero y del que a partir del segundo álbum sería su compañero inseparable y coprotagonista, el repartidor de menhires Obélix. Los responsables de esta pareja de hecho que ha hecho las delicias de los lectores de todo el planeta fueron unos tales René Goscinny y Albert Uderzo. Los guiones del primero y los dibujos del segundo se coaligaron para crear una serie de tebeos que figura en la cabecera de muchos hogares y en uno de esos escasos ejemplos en los que el cómic parece estar bien considerado y dejar de ser algo más que entretenimiento infantil-juvenil. Juntos perpetraron veinticuatro aventuras en las que Astérix y Obélix se enfrentaron al poderío de Roma en todos los rincones del imperio y más allá, llegando a pisar territorio americano (La Gran Travesía). La prematura muerte de Goscinny, a finales de los setenta, hizo que la afición se replanteara cuál era el futuro de la serie, y se llegara a afirmar que sin su guionista, aquél, simplemente, no existía. Pero Uderzo optó por continuar la serie y, arriesgándose aún más, decidió no tomar un nuevo guionista y asumió la autoría completa. El resultado de esta decisión se vio a principios de los ochenta con La Gran Zanja, una sátira que recordaba bastante a la política de bloques de la época. La cosa estaba bien, y devolvió la esperanza a una afición que se vio recompensada durante los seis años siguientes con tres álbumes más, lo que hace sospechar que en vida de Goscinny ya se habían esbozado vagamente sus argumentos. Astérix y Obélix visitaron Fenicia, Judea y Mesopotamia (La Odisea de Astérix), intentaron desentrañar el misterio de un bebé dejado a la puerta de su cabaña (El Hijo de Astérix) y llegaron hasta la India (Astérix en la India) pero la sensación generalizada es que Uderzo no acababa de llenar el hueco dejado por Goscinny. La situación se agudizó en los tres álbumes posteriores (La Rosa y la Espada, El mal trago de Obélix y Astérix y Latraviata) donde las aventuras se hicieron aún más ramplonas. Tal parecía que don Albert se veía abocado a revelar los secretos no contados de la serie –la familia de los protagonistas, lo que pasaría si Obélix bebiera más poción mágica-) para poder continuar adelante con una historia que, al menos en su sesera, parece agotada. Menudean las recuperaciones de personajes de otras aventuras –Falbalá, Tragicómix, Romeomontescus...- y hasta la sempiterna enemistad con los romanos está devaluada. Un agradecido Julio César, que les debe la vida de uno de sus hijos, ya no parece tan interesado en conquistar la última aldea de la Galia, y sus últimos planes para han sido bastante ramplones. Quizá por ello en esta última incursión y, sobre la base de un homenaje a Walt Disney, Uderzo ha querido introducir a los extraterrestres como nuevos enemigos que ansían la poción mágica del druida Panorámix y el resultado, sin revelar nada, no resulta creíble. Vale que esta es una obra de ficción, pero en las historias clásicas, aún siendo sumamente paródicas, tenían un enganche bastante competente con el mundo del que se intentaban reír. El trabajo documental era magistral, y hasta había cierta cohesión histórica (aunque casi siempre estuviéramos en el año 50 A.C.) pero todo ello parece haberse perdido en las últimas aventuras. Cuando hace dos años salió al mercado Astérix y lo nunca visto, que recopilaba catorce historias inéditas, muchas con guión de Goscinny, muchos pensaron que en aquellas pocas páginas había más del personaje que en los ocho álbumes 100% Uderzo. Otros opinan que debería buscarse un guionista, y unos terceros que mejor sería echar el cierre y no seguir devaluando una serie que llegó a lo más alto. En todo caso, nadie nos quitará la posibilidad de leer y releer las aventuras que comenzaban con esta leyenda: Año 50 antes de Cristo. Toda la Galia está ocupada. ¿Toda? ¡No! Una aldea de irreductibles galos resiste ahora y siempre al invasor... Al menos yo, cada vez que he vuelto a sacarlos de su estantería, he descubierto un detalle nuevo. Si de niño me encantaban por los trompazos a los pobres romanos, con los años he descubierto parte de las bromas, giros, guiños y pequeños cachondeos que los autores se permitían el lujo de dar.
Enviado por lcapote a las 02:54 | 1 Comentarios | Enlace
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Comentarios
1
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De: nfer |
Fecha: 2005-10-15 03:38 |
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Los libros con que eduque a mis niños!
adoro Asterix!
(y estoy contigo en el chat de blogalia, te dejo un abrazo, Nfer ha estado aquì)
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