El próximo lunes, 23 de julio de 2007, arrancará en La Laguna el Primer Congreso de Medicina y Salud Natural, organizado bajo los auspicios de diversas instituciones públicas, entre las que destacan el Cabildo Insular de Tenerife y la Universidad de La Laguna. Su objetivo, según destacan en la página oficial, no es otro que tratar sobre las principales terapias complementarias, desde terapias occidentales como la Homeopatía y la Osteopatía, a medicinas ancestrales como Ayurveda de la India, Medicina Tradicional China y Shiatsu desde Japón, con los objetivos de favorecer la adquisición de una visión general en las diferentes terapias médicas no convencionales, su evolución histórica, estado actual y perspectivas de futuro; obtener conocimientos en aspectos científicos y socioculturales relacionados con la salud y las terapias; promover un espíritu de colaboración entre profesionales e investigadores, con el objetivo de mejorar la salud de la población.
El congreso, por lo que parece, intenta establecer nexos de unión y colaboración entre una serie de terapias alternativas, englobadas todas ellas bajo el siempre socorrido cuño del carácter “natural”. Entre el grupo de ponentes hay destacados nombres vinculados a la investigación y a la docencia en la Universidad de La Laguna, con una trayectoria intachable. Precisamente por esto, y por contar con la bendición de una de las dos instituciones académicas superiores del archipiélago, es por lo que resulta preocupante que bajo el paraguas que dan éstas y aquéllos se sitúen una serie de pretendidas terapias que sólo pueden ser etiquetadas como pseudomedicinas.
El congreso pretende facilitar la obtención de conocimientos científicos vinculados a la salud, pero se da la paradoja de que ninguna de las terapias mentadas ha conseguido aportar pruebas fiables de su eficacia mediante el empleo del método científico.
En el caso de la terapia occidental más popular, la homeopatía, en agosto de 2005, la revista médica The Lancet publicó un profundo metaestudio de numerosas pruebas clínicas a las que se han sometido las terapias homeopáticas, determinando de manera clara que la homeopatía no tiene una eficacia superior a la de cualquier placebo. Los practicantes de esta terapia no han aportado investigaciones, hallazgos, descubrimientos ni terapias originales, niegan de forma dogmática la existencia de organismos patógenos microscópicos, como serían las bacterias y virus, además de realizar afirmaciones sobre el "espíritu curativo" de ciertas sustancias que no ha conseguido probar. Igualmente, niegan los conocimientos que tenemos sobre la química al enseñar que los efectos de una sustancia son mayores, cuanto menor sea su cantidad, cuando es fácilmente demostrable que en el mundo real los efectos son mayores a mayor cantidad. La doctrina homeopática contradice buena parte de los conocimientos que nos han aportado disciplinas como la física, la química, la biología o la medicina (la medicina real), conocimientos que han supuesto una gran mejora de la salud y el bienestar de los ciudadanos. Lo que acontece con esta pseudoterapia puede hacerse extensivo a cualquiera de las mencionadas en el programa del congreso.
Más allá de la tradicional (y falaz) distinción entre medicina “oficial” y medicinas “alternativas”, la filosofía del evento parece incidir en el ámbito de la complementariedad, sobre la base de que las segundas son una buena herramienta para afianzar la eficacia de la primera, idea ésta que choca con el problema ya citado: no han logrado demostrar su eficacia en condiciones objetivas. Como se preguntara Alfonso López Borgoñoz, respecto del polémico decreto catalán sobre medicinas alternativas, ¿cómo puede ser beneficioso para las instituciones sanitarias coger bajo su manto unas prácticas ineficaces? ¿No será más bien un grave riesgo para la salud pública el proporcionar autoridad a una serie de personas poco preparadas que usan una serie de técnicas terapéuticas que jamás han demostrado que sirvan para nada?
Lo que importa a la salud pública, en realidad, es que hay terapias que curan y terapias que no curan. No hay terapias oficiales y alternativas. Y todas las que se demuestra que curan son siempre incorporadas por la medicina que se ha dado en llamar oficial. Y sólo se sabe si unas curan de verdad o no lo hacen, mediante el cumplimiento de las mismas de una serie de protocolos y mediante la comprobación de su eficacia mediante una serie de ensayos clínicos controlados que se trata que sean lo más objetivos posibles. Lo que será del mayor interés social no será tanto el defender un tipo de medicina en sí u otra, o situarlas –como se plantea en el congreso- en una armónica relación colaboradora, sino potenciar tan sólo aquellas terapias que hayan podido demostrar de forma clara que realmente proporcionan beneficios para la salud pública, más allá de la fe de los que las ejercen o de los que las reciben, o de sus comentarios particulares, sin relevancia estadística.
No nos negamos a las novedades. La ciencia es eso, novedad continua. No nos negamos a nuevas terapias curativas, la medicina basada en la ciencia es eso continuamente. No se trata de defender privilegios ni de defender ningún tipo de medicina en concreto, sino sólo la que su uso esté acreditado que cura, y por acreditado nos referimos a estudios realizados en las condiciones debidas y que sean contrastables por otros equipos de investigación. De hecho, como ya hemos dicho, se debe pensar que la medicina actual ‘oficial’, se basa en la búsqueda y demostración continua de mejores terapias, de fármacos con más posibilidades de actuación. No es un conocimiento estancado, fosilizado, como el de las terapias alternativas que se enumeran en el programa del congreso. Criterios como la antigüedad de una terapia o la autoridad moral de quien primero la hizo servir, es una práctica felizmente retirada de la praxis médica en muchos países desde hace mucho tiempo, lo cual ha significado un notable crecimiento en la mejora de la calidad de vida de miles de millones de persona de forma objetiva y demostrable, así como un incremento notable en la esperanza de vida de la población de la mayor parte de países.
Por todo ello, manifestamos nuestra sincera preocupación por el hecho de que, bajo el paraguas institucional y junto a los representantes de la ciencia, se sitúen actividades que contradicen formalmente los principios que rigen lo primero (destacando sobremanera el interés social) y frontalmente los métodos y resultados obtenidos, propios de la segunda. No existen medicinas oficiales y alternativas, sólo una, la que cura. Y, como se ha dicho tantas veces, su única alternativa es una medicina mejor.
FIRMANTES
Luis Javier Capote Pérez
Doctor en Derecho
Profesor Colaborador de Derecho Civil
Carlos Javier Álvarez González
Doctor en Psicología
Profesor Titular de Psicología Básica
Horacio Barber Friend
Doctor en Psicología
Investigador del Programa Ramón y Cajal
Ricardo Borges Jurado
Doctor en Medicina
Profesor Titular de Farmacología
Aarón Cabrera Asensio
Doctor en Ciencias Biológicas
Investigador Postdoctoral (Universidad Pública de Navarra)
Luis Díaz Vilela
Doctor en Psicología
Profesor Titular de Psicología Social
Aldo Augusto González Brito
Doctor en Medicina
Profesor Titular de Fisiología
Teresa González de la Fe
Doctora en Sociología
Catedrática de Sociología
Directora del Instituto Universitario de Ciencias Políticas y Sociales
Pablo Martín Vasallo
Doctor en Medicina
Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular
José María Riol Cimas
Doctor en Ciencias Biológicas
Profesor Titular de Bioquímica y Biología Molecular
Inés Rodríguez Hidalgo
Doctora en Ciencias Físicas
Profesora Contratada Doctora Tipo I del Departamento de Astrofísica
Basilio Ruiz Cobo
Doctor en Ciencias Físicas
Profesor Titular del Departamento de Astrofísica
Carlos Santamaría Moreno.
Doctor en Psicología
Profesor Titular de Psicología Básica
Luis Vega Martín.
Doctor en Física
Profesor Titular de Física Aplicada
Enviado por lcapote a las 01:22 | 0 Comentarios | Enlace
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