Título: Estela Plateada. Réquiem Formato: Miniserie recopilada en formato novela gráfica en tapa dura Autores: (G) J. M. Straczynski (L) (T) (C) Esad Ribic Editorial: Marvel Comics / Panini Cómics Precio: 12 € Comentario: Del amplio catálogo de personajes que Stan Lee y Jack Kirby crearon durante su larga estancia al frente de la serie de los Cuatro Fantásticos, es probablemente Estela Plateada el haya contado con mayor predicamento entre la afición. La elegancia de su diseño y la debilidad que el viejo Stan manifestó tener por él, consiguieron que, muy prontamente, contara con una colección propia. Pese a la calidad de la misma (con un magistral John Buscema a los lápices) el pobre Norrin Radd (reconvertido para la ocasión en filósofo de baratillo) no contó con el favor de las masas y la primera crisis del género, con la que la industria sustituyó los felices sesenta por los críticos setenta, se la llevó por delante. A partir de ahí, el antiguo heraldo de Galactus peregrinó por todo el universo marveliano, dejando ver su pose de premio cinematográfico y su tabla por colecciones tan alejadas entre sí como Los Defensores o La Tumba de Drácula. Los años ochenta sirvieron para que, sin seguir siendo un personaje que garantizara elevadas cifras de ventas, protagonizara diversas novelas gráficas y números únicos –todos ellos con guión de papá Lee- con dibujantes de la talla del ya mentado Buscema, Keith Pollard, Moebius o John Byrne. La segunda parte de la década trajo consigo una nueva serie regular que superaría holgadamente el centenar de números y que, a principios de los noventa, conformó el núcleo duro en torno al cual se estableció una línea cósmica compuesta por varias colecciones (a la mayor parte de las cuales se llevó por delante la explosión de la burbuja especulativa, pero ésa es otra historia) y donde Estela Plateada ocupaba un puesto primordial, merced a los guiones de Jim Starlin. Una nueva reestructuración y Norrin Radd volvió al panteón de los secundarios, pero nunca ha permanecido allí demasiado tiempo, porque el personaje mantiene un incuestionable carisma y, además, se trata de esos excepcionales ejemplos en los que no suele haber indiferencia en torno al mismo. Y es que a Estela Plateada o se lo valora, o se lo detesta. Por un lado, se trata de un elemento que ha conseguido situarse, en ocasiones, a caballo entre el comic-book comic-book yanqui (comercial, de consumo rápido y masivo) y cómic europeo (artístico, dotado de un mayor prestigio y, a la postre, más respetado) lo que ha permitido que colectivos que tradicionalmente echaban pestes de los superhéroes pudieran acercarse a un género con el que en otro caso no hubieran querido ni rozarse. Sin embargo, en no pocas ocasiones, el tono serio, reflexivo y “adulto” que se daba al personaje hacía que éste se enrollara en soliloquios, filosofías y parlamentos un tanto quejumbrosos, lo que repateaba profundamente a no pocos habituales del mundo de los empijamados. Sin embargo, la balanza está claramente inclinada hacia el lado favorable, como lo demuestra su ya mentado eterno retorno a la actualidad comiquera, sino también su condición de co-protagonista de la segunda película (tercera, si contamos aquella gran contribución a la caspa que fue la que produjo el bueno de Roger Corman) de los Cuatro Fantásticos. Al hilo de la misma vio la luz este Réquiem, que en Yanquilandia tuvieron como miniserie y que aquí Panini ha editado en el lujoso –y caro- formato de novela gráfica, aunque hay que reconocer que le viene como anillo al dedo. La historia en cuestión bien podría encuadrarse dentro del conjunto de tebeos subtitulados con la leyenda El fin, donde se relata lo que podría ser la última historia de un personaje o grupo, lo que puede o no llevar aparejada la visita de la parca. En esta ocasión, el subtítulo no ofrece demasiadas dudas pero, partiendo de ese dato, hay que reconocer que Straczynski y Ribic han hecho un trabajo para que la afición se quite la boina colectiva en señal de reconocimiento. El primero, que después de haberse forjado un nombre en el mundo de los guiones televisivos (es el creador de Babylon 5, pero también se ha fogueado en títulos como Se ha escrito un crimen o He-Man y los Masters del Universo) lleva desde principios de la década escribiendo tebeos en Marvel con desigual fortuna (su Amazing Spider-Man logró recuperar el interés en una serie bastante castigada, pero sus incursiones en los Cuatro Fantásticos o el Doctor Extraño dejan bastante que desear) se ha esmerado en contar una historia en la que es fácil reconocer al Estela Plateada de siempre: su tendencia a la introspección y a la reflexión, pródiga en monólogos mentales están nuevamente ahí. Sin embargo, ha desaparecido el tono de plañidera, para dejar paso a un Norrin que, consciente de su destino final, decide afrontar un último viaje, no entristecido o furioso, sino determinado a hacer algo con el tiempo que le resta, lo cual añade una fuerte carga de emotividad. Por su parte, el artista croata Esac Ribic realiza un trabajo sensacional, logrando transmitir en cada una de sus ilustraciones los sentimientos y reacciones con los que cada personaje empezando por el propio surfista, asumen la noticia. Los distintos capítulos están contados desde la perspectiva de un testigo diferente y conforman, debidamente conectados, una historia que sólo el lector puede percibir de forma global. Se trata pues, de un tebeo altamente recomendable y que puede gustar a personas que, tradicionalmente, se han mantenido alejadas del género superheroico.
Enviado por lcapote a las 15:30 | 2 Comentarios | Enlace
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