Ayer, en la sobremesa, decidí dar un paseo vía zapeo por lo más selecto de la TDT hispánica (versión tinerfeña). Acabé en 13TV viendo He-Man y los Master del Universo, versión que la prolífica y difunta Cannon (la empresa de los israelíes Menahem Golan y Yoran Globus) hizo de los célebres muñequitos de Mattel. La película, que no había vuelto a ver en veintitrés años, ya me pareció floja cuando la pillé en uno de los múltiples videoclubes de los Llanos de Aridane. Ayer la vi con la nostalgia que da el paso del tiempo y el ojo clínico que permite ver el grado de “cutrismo” de una película que, pese a todo, tenía en el guión su punto más débil. Cual no sería mi sorpresa al ver que Skeletor estaba interpretado por un actor de la talla de Frank Langella, el cual, al final de los títulos de crédito (que la cadena de colores vaticanos no puso) anunciaba su regreso para una secuela que nunca vería la luz. Sí me acordaba de la presencia de una jovencísima Courtney Cox, la cual luego sería más que célebre merced a la televisiva Friends, pero definitivamente, el impacto no era el mismo. Después de la susodicha, la cadena emitió uno de esas carnavalescas películas del oeste basadas en las aventuras de Old Shatterhand, el personaje creado por Karl May y rodadas por obra y gracia de la cinematografía alemana. Indios con disfraces de carnaval y, en el reparto, un otoñal Lex Barker (conocido por ser uno de los más pasables tarzanes post-Weissmuller, por ser el marido de Lana Turner y por dejar viuda a Tita Cervera) y los que después serían dos célebres actores europeos: el pesado de Klaus Kinski y un tal Mario Girotti, que al correr del tiempo asombraría al mundo bajo el apodo de Terence Hill.
Enviado por lcapote a las 19:16 | 0 Comentarios | Enlace
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