El otro día encontré en el Washington Post el siguiente artículo: 14 reasons why this is the worst Congress ever, algo así como “catorce razones por las cuáles este es el peor Congreso de la historia”, refiriéndose a las treinta y tres intentonas que la cámara, de mayoría republicana, ha llevado a cabo para llevarse por delante la tibia reforma sanitaria de la administración Obama.
En el artículo se cita una vieja broma de Mark Twain acerca de los habitantes del Congreso estadounidense: “Reader, suppose you were an idiot. And suppose you were a member of Congress. But I repeat myself.” La traducción viene a ser más o menos la siguiente: lector, imagine que es usted un idiota. E imagine que es usted miembro del Congreso. Pero creo que me estoy repitiendo”. Leyéndola no pude evitar pensar en el bochornoso episodio que nos brindó el otro día un patético Presidente del Gobierno, jaleado por la hinchada congresual de su color. Un nuevo y cada vez más feroz ataque al Estado de bienestar, aplaudido por una masa adicta y acrítica, más próxima a esas Cortes “resonantes” del franquismo de las que habla Amando de Miguel (donde los procuradores se limitaban a repetir de forma ampliada las órdenes del dictador más que otra cosa) que a una cámara legislativa que haga de contrapeso al ejecutivo. No nos engañemos, porque ésa ha sido siempre la función del parlamento en unos tiempos en los que Montesquieu no solo parece muerto sino también definitivamente enterrado, y la historia de la democracia nos ha brindado unos cuantos ejemplos del rodillo de la mayoría absoluta. Lo que vimos el otro día es solo un ejemplo más, pero con la adenda de ver a un puñado de parlamentarios felices y contentos porque se da la puntilla a un modelo en el que, mal que bien, había una educación y una sanidad universales. Con sus grandezas y sus miserias, pero ahora vamos derechitos a un modelo como el estadounidense, donde cosas tan modositas como la reforma sanitaria de Obama son percibidas como una concesión al socialismo. Se ataca vilmente al colectivo de los empleados públicos, cuando se les obliga –se nos obliga- a pagar los platos rotos de una crisis provocada por una banca que ha hecho lo que le da la gana y jaleada por los despilfarros de comunidades como Madrid o el País Valenciano, gobernados desde hace varias legislaturas por quienes ahora nos pretenden sangrar. Es cierto que la soberanía nacional ahora está limitada por la pertenencia a la Unión Europea y que la asfixia en la que vivimos ha sido provocada por las exigencias de la Canciller de Alemania (cuyas recetas han sido comparadas como la cura del cáncer mediante la retirada de alimentos al paciente) pero la forma de asumir el recorte de 69.000 millones de euros sí tenía alternativas. Nada se habló de la lucha contra el fraude fiscal, ni sobre el aumento de la presión impositiva sobre quienes más tienen. La Iglesia católica mantiene unos privilegios injustificables y las sociedad anónimas deportivas del fútbol deben la intemerata a la hacienda pública y a la seguridad social. Después de dos intentos fallidos, Mariano Rajoy Brey es Presidente del Gobierno, pero rehúye las apariciones en público desde que ha tomado posesión. Cuando la sociedad le reclama que dé la cara, son los miembros de su gabinete quienes aparecen, dando espectáculos tan bochornosos como Montoro y su explicación del IVA. Pesada es la carga de quien con la corona carga, pero precisamente por ello la Presidencia del Gobierno requiere un aplomo y un valor que se hacen más necesarios cuando estamos en una situación de crisis. Las recetas del Partido Popular suponen ahondar en un modelo cuyas periódicas sacudidas nos han llevado a este punto. Llegados a este punto uno no sabe si, como decía Mark Twain, nuestros parlamentarios son idiotas o si, como demuestra el Partido Republicano en Estados Unidos, defienden las medidas porque son un reflejo de un ideario económico y social: no todos somos iguales, no todos tenemos derecho a la educación o a la sanidad. Solamente quienes se lo puedan permitir. A eso se reduce el futuro que aportan esas medidas. El resto son eufemismo de todo a un euro, excusas de mal pagador y circunloquios perpetrados por oligofrénicos funcionales.
Enviado por lcapote a las 21:20 | 0 Comentarios | Enlace
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