Hace ya unos cuantos años descubrí en la revista del Círculo de Lectores la existencia de una serie de novelas escritas por Patricia Cornwell y protagonizadas por la forense Kay Scarpetta. Tenté a la suerte y probé con La huella (Trace) donde aparecían los personajes principales de la saga: la citada doctora Scarpetta; su pareja, el analista Benton Wesley; su sobrina, la genio informática y exitosa empresaria Lucy Farinelli; y su antiguo compañero y leal escudero, el detective Pete Marino. La historia combinaba todos esos elementos de Criminología y Criminalística que tan bien conocemos por la franquicia CSI y los personajes resultaban interesantes. La leí en pocos días, aprovechando una leve enfermedad vírica de ésas que campan por sus respetos en otoño, porque la trama, el desarrollo y el desenlace me engancharon de mala manera. El recuerdo que me dejó fue tan bueno que años más tarde, cuando volví a encontrar una nueva aventura de la doctora Scarpetta la pillé sin pensarlo. El resultado fue bien distinto: lo que por primera vez parecía original se volvió sorprendentemente repetitivo; los personajes interesantes se volvieron estereotipados; la trama con gancho obsequiaba con un desarrollo progresivamente inverosímil y un desenlace ridículo. Pensé que podía tratarse de un bache, porque no se puede mantener el nivel durante veintitrés años, así que volví a tentar a la suerte en dos ocasiones, gracias a sendos comodatos. Al terminar con Niebla roja (que además venía con la vitola de un premio y todo) llegué a la conclusión de que las cuatro novelas estaban cortadas por el mismo patrón y que, conforme se sucedían, las más recientes introducían conceptos de Deus ex machina y explicaciones de “porque sí” dignas del más tópico de los culebrones venezolanos. A esta denostada categoría de la ficción televisiva recuerdan también los estereotipos que doña Patricia casca sobre sus personajes: los buenos, con sus cositas, son muy guapos, elegantes, estilosos y tecnológicamente están a la última; los malos son identificados porque caen mal a la primera. Kay Scarpetta es la mejor profesional en su terreno, una mujer fuerte, madura, atractiva… su sobrina Lucy ha convertido su habilidad con los ordenadores (en las primeras novelas es por lo visto una niña prodigio a la que su tía guía porque sus padres no dan pie con bola) en una fortuna que le ha permitido tener sus propias empresas y vivir a todo trapo. Benton Wesley es uno de los mejores analistas que ha tenido el FBI. Hasta Pete Marino, al que se presenta como un musculoso garrulo platónicamente enamorado de Scarpetta, tiene su lado entrañable. A fuerza de tener elementos para que te caigan bien, los integrantes del equipo de doña Kay acaban cayéndote mal, ítem más cuando Cornwell, que ha reconocido que su vida y la de su creación tienen muchos puntos en común escribe en primera persona. Por su parte, las némesis habituales suelen ser colegas envidiosos del apabullante éxito de Scarpetta, profesionales del ámbito judicial / policial / criminalístico a los que se describe (a través de los ojos de la protagonista) con caracteres no demasiado positivos, criminales de toda estofa que –casualmente- tienen alguna conexión con Kay y / o sus allegados o inverosímiles e inesperados delincuentes que se convierten en tales pese a o porque en todo momento Cornwell los pinta de la manera más desagradable posible. Hace varios años que se rumorea que Kay Scarpetta dará el salto a la gran pantalla. La elegida parece ser Angelina Jolie, aunque el asunto no se haya mencionado en mucho tiempo. Tengo bastante curiosidad por saber cómo quedarían estas historias en la gran pantalla (o, al menos, en la pequeña) pero quizá no la suficiente como para volver a picar.
Enviado por lcapote a las 14:12 | 2 Comentarios | Enlace
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