Uno de mis descubrimientos recientes, fruto de una antigua recomendación, han sido las novelas del comisario Montalbano. Hasta hace unos meses mi único contacto con el personaje había sido una adaptación televisiva que tenía en una recopilación en DVD. Un episodio de una serie que ha venido emitiendo la 2 que bien podría servir para introducir en el espectador el interés por acercarse a unas novelas que se devoran con suma facilidad. Yo empecé por pura curiosidad con la primera de todas –La forma del agua- y ya voy por la sexta (más dos libros de relatos cortos igualmente recomendables). La causa de esta afición recientemente adquirida se debe principalmente al hecho de que el escritor de estas novelas, el italiano Andrea Camilleri haya hecho en las mismas un bonito homenaje a otro detective, el gallego-catalán Pepe Carvalho y a su creador, el desaparecido (antes de tiempo, diría yo) Manuel Vázquez Montalbán. Hace diez años que don Manuel nos dejó, justo cuando se disponía a cerrar las aventuras de su hijo literario más célebre, el investigador privado Carvalho. En esta situación tan angustiosa en la que está sumido el país sus columnas, sus ensayos, su perspectiva de la evolución de una España, de una Cataluña, de una Barcelona por la que su personaje paseó sus pesquisas y su amor por la buena gastronomía. ¿Qué habría dicho de los lamentables espectáculos que nos prodigan los medios sobre los dimes y diretes en los que está metidos nuestros gobernantes? ¿qué habrá pensado de la destrucción del estado de bienestar? Como el Makinavaja de Ivà, el Carvalho de Vázquez Montalbán presentó una realidad bastante más mundana y lamentable que la optimista y fastuosa que nos daba la ilusión del mítico año 1992 y sus festivos horizontes. Salvu Montalbano no está tan apegado a la evolución de Italia como su colega celtibérico, pero sí a la realidad cotidiana de la región siciliana en la que desarrolla su labor policial. Ambos van envejeciendo a lo largo de sus aventuras mientras disfrutan de suculentos platillos en el almuerzo y en la cena y de la lectura de todo tipo de libros, aunque el comisario italiano no tenga las ansias pirómanas del detective español y curiosamente, disfrute de la lectura de las aventuras de éste. Los dos son un poco cabrones con quienes les rodean y los dos mantienen relaciones de futuro cuando menos incierto, como tienen en las figuras de Biscuter y Catarella a dos entrañables escuderos. Leer las novelas de Camilleri supone sumergirse en una sociedad y una cultura, las sicilianas, que son mucho más que una referencia para evocar la tierra de la mafia. Sicilia alberga un rico legado conformado a partir de las aportaciones de los pueblos y culturas que plantaron sus reales en la isla. Montalbano es el guía turístico del lector para pasear por las calles de aldeas y pueblos, a conversar con sus gentes, a degustar sus delicias gastronómicas. El verano es una buena ocasión para conocer las novelas y, si prefieren más los misterios televisivos, echar un ojo a la adaptación que se hizo hace unos años que TVE ha emitido en la 2. A la hora de terminar esta entrada son once los libros que han caído a la saca, mientras sigo echando de menos la presencia de Vázquez Montalbán poniendo los puntos sobre las íes a tanto impresentable suelto.
Enviado por lcapote a las 18:34 | 0 Comentarios | Enlace
|