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    Inicio > Historias > CES La Patrulla-X: Los años perdidos
    CES La Patrulla-X: Los años perdidos 2013-09-06

    Título: Colección Extra Superhéroes. La Patrulla-X: Los años perdidos

    Formato: Tomo de la colección CES de 572 páginas

    Autores: (G) John Byrne, Roger Stern (L) John Byrne (T) Tom Palmer, Bob Layton (C) Gregory Wright (P) John Byrne y Tom Palmer

    Editorial: Marvel Comics / Panini Comics

    Precio: 27,50 euros

    Comentario:

     

    El regreso de “culo inquieto” Byrne a la casa de las ideas a finales de los noventa del siglo pasado supuso la constatación de que el viejo John “el de las cien páginas mensuales” ya no era el que había dado tantos días de gloria al chiringuito relanzado por Stan Lee, Jack Kirby y compañía. Después de su paso por DC para encargarse de Wonder Woman y de los personajes del Cuarto mundo era evidente que, con puntuales excepciones, el artista estaba pasando por un bache que bien podía significar el inicio de su decadencia. Su tercera estancia en Marvel pareció confirmar esta línea descendente, pues en el tiempo que aquélla duró -más o menos hasta que cancelaron la colección de la que toca hablar hoy- los proyectos en los que participó se movieron entre la mediocridad y lo olvidable. La maxiserie Capítulo uno, destinada a recontar de forma actualizada las primeras aventuras de Spider-Man, acabó olvidada por los autores posteriores. Su participación en el relanzamiento de las series de regulares del lanzarredes prologó una etapa particularmente anodina del personaje (donde ni siquiera los espectaculares dibujos de John Romita JR lograron sobreponerse al bajo nivel de los guiones del ínclito Howard Mackie). Su proyecto junto a Roger Stern de contar las historias de una generación de héroes que había operado entre el final de la edad dorada y la aparición de los Cuatro Fantásticos se tradujo en una colección de personajes planos de nombre simple, fabricados a partir de retales y con unos diseños olvidables. Mattie Franklin, su Spider-Woman, apenas aguantó en el mercado año y medio con los amorfos dibujos de Bart Sears. Solamente en Los años perdidos pudimos volver a ver en mi opinión destellos del Byrne que quince años antes se había convertido en el heredero de Lee y Kirby.

     

    La intención de John “pataletas” con esa serie era la de contar las aventuras vividas por la Patrulla-X original entre la cancelación de sus aventuras (y el pase de su colección al ámbito de las reediciones) y el relanzamiento operado por Len Wein y Dave Cockrum. Con ello el autor enganchaba directamente su nuevo trabajo con la mítica etapa realizada por Roy Thomas y Neal Adams. De hecho, los dibujos contenidos en las veintidós entregas que aguantó la cabecera tienen un indudable aire clásico que incluye la pretensión de erigirse en continuador de unos tebeos publicados treinta años atrás, con todo lo que ello conlleva de positivo y de negativo. No en vano el entintador que acompañó a Byrne en su aventura fue el veterano y notable Tom Palmer, que también y tan bien empleara sus pinceles sobre los lápices del maestro Adams. Es curioso comprobar cómo las tintas del bregado profesional, que tan inadecuadas habían sido para los dibujos del canadiense en el pasado (valga como ejemplo el especial dedicado a Estela Plateada sobre guiones de Stan Lee) se convertían en la herramienta ideal para intentar convencernos de que, parafraseando al tango, tres décadas no eran nada y podíamos volver a disfrutar de “los clásicos mutantes”. El proyecto, además, coincidió parcialmente en el tiempo con el primer retorno de Claremont a la franquicia, lo que trajo consigo la curiosa situación de que los antiguos integrantes del equipo que había iniciado el ascenso hacia la gloria de la Patrulla-X se encontraban de nuevo en el redil… aunque pastoreando rebaños separados.

     

    En la serie encontramos elementos importados de la etapa precedente, que intentan reforzar una vez más la idea de una continuidad no traumática con el fin de la primera etapa de los pupilos de Xavier. El equipo se da un garbeo por la Tierra salvaje (otra vez), se ve enredado con las maquinaciones de Magneto (otra vez) y hay ocasión de que éste y Sauron se disputen el dominio de la selva antártica por antonomasia (¿otra vez?). Sin embargo, también hay ocasión para que el amigo Byrne se “anticipe” a la refundación de la Patrulla-X haciendo que en un paseo por África se topen con una jovencísima diosa de ébano llamada Ororo Munroe, o que en una aventura junto a los Cuatro Fantásticos (de entonces) la fuerza Fénix haga su aparición, como heraldo del aciago destino de Jean Grey. También hay ocasión para que el amigo John ate algún cabo suelto que andaba pendiente desde Eru sabe cuándo y presente personajes, situaciones y escenarios “nuevos”. El entrecomillado es necesario porque, aunque la novedad podía plantearse para los mutantes lo cierto es que a esas alturas el saco de las ocurrencias del dibujante estaba ya tan agotado que sus diseños recordaban demasiado a otros que ya habían visto la luz en períodos de mayor efervescencia creativa y productividad a destajo. Puestos a rizar el rizo, Byrne atrajo a un par de personajes de la caída Primera línea, los ya mentados superhéroes “perdidos” de los que todo el mundo ha pasado olímpicamente desde entonces. Puede que en algún momento el autor volviera a llevar a la casa de las ideas el equivalente a cien páginas mensuales, pero era evidente que la magia había desaparecido.

     

    Menos de dos años después de su salida al mercado una reestructuración de la franquicia mutante operada por un recién llegado Joe Quesada dejó a Byrne sin un juguete que, en sus palabras, podía haber alcanzado perfectamente el centenar de números y motivó su abandono de Marvel hasta la fecha presente. Visto con la perspectiva de los años y viendo que ahora las marcas principales de la casa se reproducen como chinches en un colchón maloliente, quizá hubiera resultado mejor tener cierto respeto por la veteranía, las canas y los servicios prestados y haber conservado la colección (soy de la opinión de que las grandes empresas son sumamente ingratas con los profesionales que lo han dado todo hasta vaciarse de talento y creatividad) pero también hay que tener en cuenta el hecho de que la serie no otra cosa de un anacronismo que intentaba recrear el estilo de una colección que, no lo olvidemos, había tenido que ser cancelada de facto por sus bajas ventas. Cuando la Patrulla-X estaba por pasar a las provechosas manos de Grant Morrison no tenía demasiado sentido mantener una versión elaborada según los estándares y gustos de generaciones anteriores. De la misma forma que al frente de Los Cuatro Fantásticos había sido capaz de emular (y en cierto sentido superar) a los padres fundadores, Byrne quiso demostrar que podía hacer lo propio con otro genio (hoy en día muy venido a menos) como fue Neal Adams, pero el desafío se había lanzado demasiado tarde. Pese a ello hay que reconocer que tenemos entre manos uno de los trabajos más aceptables del autor en esos años particularmente oscuros, si bien también hay que admitir que eso no es mucho decir. Si tenemos en cuenta que las historias de esta colección han sido sistemáticamente obviadas desde entonces habrá que llegar a la conclusión de que sus bondades, que las tiene, no la libran de la etiqueta de obra menor dentro de la monumental bibliografía de don John.

     

    Remata el tomo la enésima reedición del número anual de Hulk en el que unos jovenzuelos Roger Stern, John Byrne y Bob Layton se reunían para contar una aventura del gigante verde junto al Ángel y el Hombre de Hielo, enfrentándose todos juntos a Molde Maestro. Una curiosa forma de comprobar cómo había cambiado el trazo de Byrne desde sus comienzos profesionales hasta sus últimos trabajos de aquel entonces.

     

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    Enviado por lcapote a las 11:23 | 0 Comentarios | Enlace


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